Liberación by Tania Sexton

Liberación by Tania Sexton

autor:Tania Sexton [Sexton, Tania]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Erótico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-09-24T00:00:00+00:00


Capítulo 7

Los ojos de la mujer se deslizaron por ese torso, se deleitaron con ese cuerpo grande, tan masculino que le hacía languidecer. Volvía a estar fuerte, con una musculatura marcada; la mirada abarcó la anchura de los hombros, visualmente dibujó las líneas que remarcaban los bíceps de los brazos, las venas que recorrían los antebrazos, provocando en ella un espasmo de placer, y esas manos…

Esas manos eran puro vicio.

Y ese vicio, como ella las había designado en su pensamiento, fueron al cinturón, y se embrujó con el movimiento de los dedos, desabrochándolo, para seguir con los botones de la bragueta.

Se le escapó un suspiro, y no fue su deseo, pero al ver el bulto cómo aumentaba, sintió ganas de ponerse a bailar.

Lo deseaba tanto…

La mirada del hombre no parpadeó, y cuando ella habló, sus manos quedaron en el aire.

—¿Me dejas continuar, por favor? —preguntó casi en susurros.

Él no contestó.

Dejó caer las manos, y se dispuso a esperar, sin dejar de mirarla.

Ella se levantó y se quitó la bata. El camisón de blanco encaje se pegaba a las curvas de su cuerpo.

Sabiéndose observada por su marido, se acercó hasta él.

Antes de centrarse en el pantalón, se permitió el lujo de acariciar los pectorales, de rodear las tetillas y, despacio, sintiendo la respiración masculina, dibujó la cuadricula de los abdominales, como si fuese un dibujo fascinante.

Aunque sus ojos estaban en ese abdomen duro como una tabla, era consciente del abultamiento que había más abajo, y no perdió el tiempo. Sus dedos se colocaron en los botones, desabrocharon, e hizo que los pantalones se fueran al suelo. Acarició el miembro a través de la tela del calzoncillo, para sentir cómo engordaba un poco más. Se lo bajó despacio, dejando que toda esa carne quedara libre, agachándose al tiempo que arrastraba la prenda, y rozando apenas la piel del hombre con su cuerpo encerrado en encaje.

Duncan terminó de quitarse las prendas, y desnudo, mostrando su virilidad, sintiéndose pletórico de que su hombría no hubiese quedado en el recuerdo, llevó las manos al cuerpo de su mujer y la levantó lentamente.

Colocó las manos en los costados, y fue acariciando los contornos de los pechos.

La giró de golpe, y la pegó a su pecho, para sentir la larga espalda, para que ese culo se pegara a su ingle. Masajeó los pechos con delicadeza, al principio, pero los gemidos de ella hicieron que aflorara cierta brusquedad, y que pellizcase los pezones, y al surgir más gemidos, se agachó, agarró el ruedo del camisón, y con cuidado, lo fue subiendo hasta sacarlo por completo.

Ahora sí, ahora estaban los dos desnudos.

Los dos pegados.

Y las palabras de él se dejaron oír.

—¿Qué deseas? ¿Qué quieres hacer? ¿Qué quieres que te haga? —murmuró al oído femenino, al tiempo que le daba pequeños y húmedos besos por el contorno del cuello.

—Quiero que me lo hagas todo. Todo lo que desees. Todo lo que te plazca —contestó ahogando las palabras, sintiendo esa boca abrasadora en su cuello, padeciendo el lento acariciar de esas manos, que un momento antes, habían sido rápidas y avariciosas.



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